Gestión de residuos hospitalarios en la región supera el ‘test de estrés’ del coronavirus

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Una de las palabras más repetidas durante la crisis sanitaria del coronavirus ha sido en realidad una sigla: EPI. Los equipos de protección individual que tanto demandaban y siguen demandando los sanitarios para poder realizar su trabajo sin correr riesgos. Batas, calzas, guantes, gorros, monos y mascarillas terminan en la basura después de cada uso, lo que genera una importante cantidad de residuos hospitalarios de Clase III, considerados potencialmente infecciosos y entre los que se encuentran los que han podido estar en contacto con pacientes confirmados y con sospecha de Covid-19.

Después de más de dos meses de lucha encarnizada contra el coronavirus, la cantidad de residuos ha crecido de manera exponencial. Según la Consejería de Medio Ambiente, Ordenación del Territorio y Sostenibilidad de la Comunidad de Madrid, el mayor pico de generación de desechos procedentes de hospitales, centros de salud, ambulancias, residencias de mayores y hoteles medicalizados se sitúa entre finales de marzo y principios de abril. Tomando como referencia esas fechas, se ha detectado un incremento de material hospitalario con destino a las incineradoras del 300 por cien.

Uno de los centros sanitarios que más presión asistencial ha sufrido durante esta pandemia ha sido La Paz. Por hacernos una idea de lo que ha supuesto la sobrecarga de trabajo en la generación de basura, nos apuntan desde este hospital que durante estas semana “ha aumentado aproximadamente un 790 por cien la cantidad de residuos biosanitarios especiales de Clase III generados”, lo que a su vez ha provocado un incremento considerable del uso de contenedores destinados a estos desechos, “llegando a utilizar 1.500 al día entre el Hospital la Paz, el Hospital Carlos III y el Hospital de Cantoblanco”.