La visita del presidente Donald Trump a la sede de la Reserva Federal en Washington no fue un simple recorrido protocolario, sino más bien un escenario donde las tensiones latentes con el presidente de la Fed, Jerome Powell, se hicieron palpables. El motivo oficial: supervisar el avance de un ambicioso proyecto de renovación valorado en miles de millones de dólares.
Sin embargo, el trasfondo revelaba una clara intención de Trump de ejercer presión sobre Powell en materia de política monetaria.Durante el recorrido, un intercambio de cifras sobre el costo total de la renovación evidenció la distancia entre ambos líderes. Trump, fiel a su estilo, infló la cifra, mientras que Powell, con diplomacia, corrigió al mandatario, dejando entrever una sutil crítica a la gestión de la administración.
La presencia de senadores republicanos y altos funcionarios de la Casa Blanca añadió un componente político a la visita, que muchos interpretaron como un intento de intimidación hacia el banco central.La insistencia de Trump en rebajar las tasas de interés ha sido una constante en su mandato, una demanda a la que Powell se ha resistido, priorizando la estabilidad económica y la independencia del banco central.
La visita a la Fed, en este contexto, se convierte en una nueva estrategia de Trump para forzar a Powell a ceder a sus exigencias, poniendo en riesgo la credibilidad y autonomía de la institución.La renovación de la sede de la Reserva Federal, un proyecto que ha superado el presupuesto inicial y ha generado controversia, se ha convertido en el telón de fondo de esta disputa entre Trump y Powell.
Un choque de trenes que pone en jaque la política monetaria de Estados Unidos y genera incertidumbre en los mercados financieros.La pregunta que surge es si Powell cederá a la presión de Trump o mantendrá su postura firme en defensa de la independencia de la Fed. La respuesta a esta interrogante tendrá un impacto decisivo en el futuro de la economía estadounidense y en la relación entre el poder político y el poder financiero.
