Tras dos años marcados por el dolor de la guerra en Gaza y la ausencia total de visitantes, la ciudad de Belén, cuna del cristianismo, vuelve a encender sus luces y a abrir sus puertas al mundo. Este 2025 marca un punto de inflexión para la comunidad local, que busca transformar el duelo en un mensaje de esperanza y paz.
Durante las pasadas festividades, la Plaza del Pesebre permaneció en penumbra y los comercios cerrados debido al impacto del conflicto y el bloqueo turístico. Sin embargo, este año, aunque las cicatrices de la crisis humanitaria en la región siguen presentes, los residentes han decidido retomar las celebraciones religiosas y culturales como un acto de resistencia espiritual y económica.
«No es solo turismo, es nuestra identidad», comentan los artesanos locales que, tras meses de precariedad, vuelven a tallar madera de olivo para los pocos peregrinos que han comenzado a llegar. La Iglesia de la Natividad vuelve a ser el epicentro de oraciones que este año tienen un enfoque único: la petición unánime por un cese definitivo de las hostilidades y el alivio del sufrimiento en la vecina Franja de Gaza.
A pesar de que las cifras de visitantes aún están lejos de los niveles pre-conflicto, el regreso de los villancicos a las calles de Belén simboliza una victoria de la fe sobre la desesperación. Las autoridades locales y líderes religiosos coinciden en que esta Navidad no es de opulencia, sino de solidaridad con quienes lo han perdido todo.
